“Estoy en un restaurante y parece que estoy hablando muy fuerte de penes y porno a mientras como”, dice Carol Mockridge desde un local en Puerto Montt. En seguida modera su tono de voz. Se escuchan un par de lozas chocar entre sí, y vuelve a remitirse a la pregunta que puso el tema sobre la tarima.
Hasta hace pocos minutos atrás, la psicóloga, productora de la muestra internacional de pornografías críticas Excéntrico, había reflexionado sobre el tema que a su colega, Nicola Ríos, lo llevó a fundar y dirigir la programación del espacio dedicado a la reflexión sobre políticas de producción, distribución y representación de cine con contenido sexual explícito.
“De las cosas entretenidas que se postulan en excéntrico es ¿Cuál es el espacio indicado para ver pornografía?”, se cuestiona.
Mockridge echa el tiempo atrás y recuerda una muestra con la que colaboró en Colombia. La locación, escogida a pulso, era un barrio rojo de las calles de Medellín. El comercio sexual día y noche, donde todos lo pudiesen ver, pero con el acto en sí reservado para las cuatro paredes.
No se trataba de un sector turístico o una avenida concurrida. Aún así, la muestra contemplaba la proyección de pornografía en una de las paredes de un motel conocido por ser utilizado por las trabajadoras sexuales para ejercer.
Bastó apenas un breve corte de escena para conocer el desenlace de la obra. Carol entró al baño del recinto con las imágenes satisfactoriamente proyectadas sobre el hormigón; al salir vio cómo la fuerza policial intentaba aplacar la exhibición con todos los recursos a mano. El solo hecho de explicitar lo que era un secreto a voces en la realidad local había motivado la acción de la fuerza pública.
Si un espacio como ese no era para el porno, sobre todo cuando llevaba aparejada una crítica social o política ¿Entonces cuál era? La duda encontró su respuesta concreta el 2019, cuando Ríos se decidió a fundar Excéntrico para delimitar ese espacio de conversación, diálogo y apreciación de obras audiovisuales con contenido sexualmente explícito.
“La idea es hacer esa guerrilla en los distintos espacios que son comunicacionales y creativos (…) Por eso se habla de la ‘pornobarricada’. Pensando en la barricada, que es una táctica histórica de los movimientos de toma del espacio (…) devela que los territorios están sexualizados”, señala, jugueteando con ese concepto de agarrar una serie de escombros e interponerlos en una vía para crear un espacio seguro para la expresión, así se le tenga que prender fuego para que alcance su máxima efectividad.
Para Ríos, la idea de Excéntrico surgió mientras se encontraba en una serie de viajes entre Chile y España. La combinación de elementos que dieron vida a lo que hoy se define transitoriamente como un festival dedicado a las pornografías críticas, con discursos que atraviesan los ejes de la política y las prácticas sexuales mucho más allá de lo que es el porno mainstream o de consumo masivo, son más o menos un coctel de experiencias y necesidades.
Desde un vistazo rápido a los festivales de cine porno en países más liberales, el desvanecimiento de espacios en Chile para la exhibición de contenidos sexualmente explícitos fuera de lo normado, y un equipo de profesionales comprometidos con el cine porno, bastaron para engendrar el proyecto que este año encuentra su tercera edición.
En sí, este año la muestra, contemplada para su realización los días entre el sábado 22 de y el miércoles 26 de enero en el Cine Insomnia de Valparaíso, y entre el 28 y 29 de enero en el Espacio del Ángel en Santiago, se propende a exhibir más de 80 obras tanto nacionales como internacionales, con diversas líneas curatoriales.
Cuestiones plásticas
Todo se concibe en un compilado de imágenes que logran sentido en el ojo del espectador. La serie de curatorías en Excéntrico abordan desde reivindicaciones al trabajo sexual en las recopilaciones de la activista argentina María Riot, con la sección “Putxs en pantalla”, o una introspección a las políticas del placer en las obras seleccionadas por Paula Vidal para el segmento de “Porno Hetero-Traidor”, pasando por la curatoría de 10 años de resistencia en Brasil del cineasta Tino Monetti.
Sin embargo, fuera de la barricada, todo parece diluirse en la caricatura. “La pornografía siempre ha sido vista como el hermano pobre del cine, toda la vida se ha dicho que si tu eres cineasta de porno eres un pajero con acceso a cámaras, si eres crítico de porno, tú solo te masturbas. Es como el hermano depravado virginal”, dice Carol Mockridge entre risas y resignación, pero la realidad, fuera de la caja, es diametralmente opuesta.
La batalla de Ríos por fundar Excéntrico no se fraguó en solitario. Paula Vidal, también fundadora de la iniciativa, sabía exactamente qué es lo que estaba buscando a la hora de dar luz verde al proyecto. Con una mirada centrada en el Post-Porno, Vidal señala que se sintió atraída por el cine sexualmente explícito con mirada de autor.
“Al descubrir la pornografía crítica me di cuenta que las películas con escenas de sexo explícito están subvaloradas en el mundo cinematográfico (…) se pierde mucho de lo que hay que decir (en las películas) solo porque hay sexo”, dice, haciendo un guiño a las políticas de censura y a los preceptos morales que muchas veces se interponen entre los espacios populares y la pornografía crítica.
Al igual que Ríos, coincide en que Excéntrico era una ventana que se tenía que mantener vigente, más para preservar el valor de las obras en un espacio que por otra cosa, indicando que, en varios casos, las producciones no podrían ser visualizadas y analizadas por el público general si fuera de otra forma.
Entonces, Paula se remite al sitial que tienen las películas enmarcadas en el cine independiente sexualmente explícito, e indica que “me hace cuestionar la idea de por qué estas películas no podrían ser consideradas dentro del arte, para mí, todas las películas de autor, todas las obras relacionadas en la muestra, están dentro de lo que se considera arte”, dice Vidal, con su vasta experiencia cinematográfica a cuestas.
“La única diferencia entre estas películas y las películas de autor que se consideran socialmente como arte es el hecho de que estas películas tengan sexo explícito, y ahí ya entra un tema moral más que nada, porque como sociedad consideramos el sexo como algo oscuro, algo que no está bien ser mostrado, o algo que está fuera de lo moralmente aceptado, todo lo que implica un acto sexual en nuestra sociedad está considerado polémico, que causa escándalo, y bajo mi punto de vista eso es una construcción netamente social”, comenta sobre los criterios morales que en buena parte de los casos dejan a las obras pornográficas, desarrolladas bajo una mirada crítica, lejos del público general y la valoración de la crítica cinematográfica no especializada.
“Que tengan sexo explícito no les quita el valor de ser una expresión artística, y no es solo un tema discursivo, sino también estético en su discurso visual y conceptual”, añade, precisando que, por el contrario, el hecho de tener sexo explícito o abordar a través de éste ciertas temáticas, le agregaría un valor extra a las obras seleccionadas para la muestra.
El color del dinero
Sexo y dinero son dos temas que difícilmente convergen con armonía, al menos dentro de lo que es la gran industria del porno. Cuando a Nicola se le mencionan casos de explotación a trabajadorxs sexuales en las cintas destinadas al consumo masivo, se ofusca un poco, y se defiende arguyendo que dicho problema obedece más a las lógicas neoliberales en el porno industrializado que a un problema del porno en cuestión. Dice que la explotación, bajo un sistema capitalista, es un fenómeno que se da en todo orden de cosas, con la variedad de labores y sectores productivos que implica.
Ciertamente, no se trata de un problema del porno en sí. En seguida, señala que las obras seleccionadas para la muestra deben circunscribir a tres ejes fundamentales: Producción, distribución y proyección, y eso lleva aparejado reacomodar los mecanismos con los que se obtiene dinero.
“La mayoría de los creadores no tiene intenciones lucrativas, sino más bien creativas (…) el porno no porque sea porno va a ser explotador. Esta lógica se encuentra en otros lugares también dentro de un mundo capitalista. Sin embargo, dicho problema se da más en el porno industrializado”, argumenta, quitando ese estigma que se cierne sobre las producciones, incluso cuando son independientes.
A las palabras de Nicola se suma Paula, señalando que dentro de lo que se exhibe en Excéntrico, y de lo que se produce en el porno con perspectiva crítica, una “gran diferencia entre el porno crítico e independiente con el porno mainstream industrializado, es la ética. Aquí lo importante son las prácticas tanto dentro de las escenas como en la manera de ser producidas. Acá todas las personas que trabajan en producción tienen acordadas las líneas de los límites, hasta donde se puede llegar. Todo lo que pasa está consensuado, conversado, y se intenta ser lo más equitativo posible con el tema de los recursos, este es un cine que no tiene recursos ilimitados», señala.
Sin ir más lejos, atendiendo a las lógicas de financiamiento fuera de las perspectivas capitalistas, Excéntrico se trata de una muestra autogestionada. Carol menciona que Ríos ha tenido que poner, en buena medida, dinero de sus bolsillos para sacar adelante las diversas ediciones que se han realizado.
Y es que el financiamiento, tanto en el porno como en la producción cinematográfica independiente a nivel general, es un tema sumamente relevante para decidir qué se hace y qué no.
De eso deriva que la muestra se defina como una exposición no competitiva de las obras. “No nos interesa hacer competir a los creadores y a los productores, lo ideal es generar el espacio. Acá estamos enfocados en que festivales y fondos públicos sean competitivos para sacar un trabajo, y eso me parece que es contraético sabiendo las precariedades que existen”, señala Carol sobre las políticas de asignación de recursos públicos para la producción cinematográfica.
En este mismo sentido es que Paula deja entrever que los principios éticos de la muestra estarían más ligados a la proyección de las obras que a seguir obedeciendo a patrones de valoración más cercanos a los preceptos neoliberales.
“Poner a competir películas es responder a una perspectiva bastante capitalista, esta necesidad del sistema de ir mostrando y haciendo que algo sea mejor que lo otro me parece que es bastante siniestro, porque ninguna película tiene mayor valor que la otra. En ese sentido, hacer una carrera entre las películas es un acto macabro”, dice, añadiendo que “Cuando las películas son seleccionadas ya están en el mismo nivel de importancia (…) se puede tener un punto de vista sobre las películas, pero decidir sobre ellas es algo a lo que no estamos dispuestos, porque todas tienen algo que contar, que decir, que mostrar, y así conversan entre sí”, explica, indicando que las obras seleccionadas cuentan con altos estándares estéticos o discursivos para ingresar a la muestra.
Brújula Moral
Con todo, el tipo de producciones que se pueden apreciar en excéntrico, y al espacio de discusión al que se puede acceder con los creadores, no es algo que pudiese llegar a los grandes cines, ni siquiera a cines independientes, o siquiera a las paredes de un motel en Medellín. Se trata de obras que, conforme cuentan los realizadores de la muestra, por temas morales y de legislación han tenido que encontrar su lugar de forma casi obligada solo en los cines porno, las tarimas virtuales, o bien, colarse entre las grietas del sistema para instalarse en alguna galería a punta de permisos municipales por tiempo acotado.
Finalmente, la puesta en marcha de Excéntrico como un lugar de conversación sobre pornografías críticas se remite a generar ese espacio cueste lo que cueste, canalizar las necesidades de distintos colectivos de la escena y poner en relevancia temas que no se podrían tocar de otra forma, ni tampoco con los recursos audiovisuales que se plasman en las cintas.
“La muestra, el hecho de que se haga, está expuesta a una regulación conservadora en Chile, y lo que hace, en su puesta en práctica, es evitar que cualquier contenido como el que nosotros hacemos pueda ser visto”, dice Nicola, enlistando más o menos la serie de trabas que han tenido que sortear con el paso de los años para sostener Excéntrico.
“Yo me atrevería a decir que el comité de censura en Chile opera de la misma forma que en los 80’s (…) Es absolutamente discrecional, porque puede estar definida por una Ley, pero, a fin de cuentas, lo que el comité hace realmente es calificar lo pornográfico a su antojo (…) si aparece una teta, un pene, o un cuerpo que no quieren que sea visto, califica como pornografía. No es solo cualquier sexo, sino que es donde hay otras prácticas y otras maneras de vivir la plasticidad de la sexualidad, y es imposible hablar de eso con ellos”, señala Ríos.
Sobre las definiciones que se remiten a la legislación chilena para designar la pornografía, indica que “se habla de imágenes groseras, de sexualidades obscenas, y esos son términos que se utilizan en la definición de la Ley, y esa ley, cuando se pone en práctica establece que muestras como la nuestra, que tiene películas que son pornográficas o que podrían ser leídas por la comisión chilena de ese modo, hace que obras como las que traemos solo pueden estar en salas especiales”, añade.
En términos prácticos, es como si los elementos de la muestra se encontraran vetados para los espacios populares, y es precisamente por ello que Excéntrico se propende a actuar como una barricada, porque abarca temáticas que en muchas ocasiones pueden estar reñidas con el orden establecido valiéndose de técnicas que escapan a los preceptos morales.
“Si le echas una mirada a las películas del nuevo porno chileno, una de las cosas que más se considera dentro de la curatoría está relacionada con un discurso político frente a disidencias, a la realidad chilena en estos momentos, a las relaciones personales con el entorno”, menciona Paula Vidal como una pincelada al tipo de obras seleccionadas.
Carol ahonda entre los conceptos que se tienen en la legislación sobre la pornografía y reflexiona sobre lo injusto que resultan los términos acaecidos al cine porno. “La publicidad en sí es una exposición abusiva de la sexualidad, sobre cómo se ocupan los cuerpos para comercializar lo que sea, yo creo que eso es abusivo”, dice, agregando que la discriminación que se hace al cine sexualmente explícito, en relación a la aceptación social que tiene la exposición de imágenes violentas u otras conductas que se contraponen a los valores del ser humano, haría tambalear la brújula moral de los comités de censura.
Asimismo, esa dicotomía entre la pornografía y lo pornográfico como tal, menciona Carol, tiene que ver más con una etiqueta al contenido audiovisual y a la proyección que a una etiqueta universal. “Entiendo que tiene que ver con lo obsceno, pero eso es pornografía, y que lo pornográfico se vuelve como ese espacio que solo puede ser visto en la intimidad, pero en la realidad no se muestra que hay una serie de hechos pornográficos que están sumamente alejados de lo genital y lo sexual. Es muy violenta una escena de unos pacos tirándole golpes a un niño en la calle, eso es muy pornográfico, eso es obsceno, y no tiene nada que ver con lo sexual, entonces lo que se vuelve pornográfico para el ojo de la crítica y de la censura es solamente lo sexual, y ahí uno encuentra la categoría de lo pornográfico en Chile”, señala, dejando entrever su disgusto con el acotado margen de exhibición al que pueden acceder las obras, mayoritariamente independientes, en contraste con la realidad.
Finalmente, Nicola reflexiona, y toca ese tema complejo, aquel al que todos están expuestos, pero que no se atreven a hablar directamente de ello. “La relación con nuestra imagen ponográfica tiende a estar sujeta a pánico moral, a juicio, como un estigma sobre todo lo pornográfico. No todos dicen ‘veo porno’ (…) En educación sexual pasa un montón. Se dice que los niños aprenden de sexo mucho antes de lo que las escuelas les pueden enseñar, y se sabe que es por el porno, pero cuando se propone que se hable de porno todos lo niegan”.
A fin de cuentas, la batalla que se libra por establecer la denominada “pornobarricada” se sostiene en una afrenta a la concepción que se tiene sobre la moral en relación a la pornografía, y en la esperanza de que espacios como los que formula Excéntrico para hablar libremente sobre lo sexual y lo político en términos audiovisuales sigan existiendo para no dejar fuera una variedad de discursos que se constituyen más como un enriquecimiento a las perspectivas sociales que como un atentado a la moral.
Ignacio Kokaly